Academias
I. ESPAÑA 1. Academia Española de Historia, Arqueología y Bellas Artes en Roma Fue creada con el nombre de Academia Española de Bellas Artes en Roma por un decreto de la Primera República española de 8 de agosto de 1873 para pensionar a los artistas españoles que ampliaran sus estudios en Roma. Con ello se institucionalizaba la existencia de artistas pensionados en Roma, que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando había mantenido casi desde su fundación. El reglamento de la Academia de Roma de 1873 establecía ocho pensionados de número y cuatro de mérito, de los cuales uno sería músico pensionado de número (elegido mediante oposición ante un tribunal designado conjuntamente por el Ministerio de Fomento o Educación y el Conservatorio de Madrid) y otro músico pensionado de mérito (elegido entre los artistas residentes en España). La oposición para pensionado constaba de tres ejercicios: doce preguntas teóricas y un ejercicio de crítica musical; una fuga vocal a 4 voces y un coro a 4 voces, realizados en seis días; y una escena dramática con acompañamiento de gran orquesta, con un mínimo de 2 voces, realizada en 25 días. Los pensionados debían permanecer en Roma durante tres años. El reglamento de 1894 modificaba varios aspectos: desaparecían los pensionados de mérito y pasaban a dos los músicos pensionados de número, pudiéndose aplicar a música una beca de artes gráficas cuando quedase desierta. La duración de las becas pasó a ser de cuatro años, siendo obligatoria la residencia durante el primero de ellos en Roma y pudiendo viajar los otros tres. Los pensionados debían mandar para su examen los trabajos realizados: el primer año, dos motetes, uno en estilo severo, a voces solas, y otro con orquesta, más un acto de ópera con libreto en castellano y la transcripción de una obra de algún autor español de los ss. XVI y XVII; el segundo año, una obra sinfónica y una misa con orquesta; el tercero, una ópera en castellano, de dos o más actos, y una obra de cámara en tres tiempos; el cuarto, una sinfonía en cuatro tiempos, un oratorio en dos partes con texto en latín o en castellano, y una memoria sobre el estado del arte musical en las ciudades y países por los que hubiera viajado el pensionado. Aunque se cultivaban todos los géneros (sinfónico, escénico, religioso, de cámara), incluidas la musicología y la crítica musical, el verdadero interés estaba en la ópera, con la obsesión de la ópera nacional, para lo que Italia era el lugar adecuado: La hija de Jefté y Roger de Flor de Chapí, Los amantes de Teruel de Bretón, Raquel de Santamaría, Giulliana de Santonja, son prueba de ello. Sopeña lo ha vinculado al apogeo de la pintura de historia y ha señalado cómo las generaciones siguientes (los nacionalistas, de Albéniz a Rodrigo), despreocupadas por la ópera nacional, no optaron a las pensiones de Roma, pues su interés estaba en París. De las presiones que recibían los jurados que otorgaban las pensiones da idea el hecho de que en 1908 dimitiera en pleno el tribunal ante las “injerencias e intromisiones de personas extrañas al mismo”, y la protesta de los académicos de Bellas Artes en 1912 ante los insultos de que eran objeto dichos tribunales. Uno de los principales problemas para los pensionados fue el de encontrar libretos adecuados para sus óperas y oratorios, por lo que algunos, como Bretón, optaron por escribir sus propios libretos.
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