Situada cronológicamente entre Till Eulenspiegel, (1895) y Don Quijote (1897), esta ambiciosa partitura se basa en la concepción nietzschiana del superhombre y en la situación conflictiva que se establece entre éste y el mundo que le rodea. Según sus propias palabras, Strauss no quiso «escribir música filosófica ni traducir musicalmente la gran obra de Nietzsche», sino que se propuso «expresar musicalmente un cuadro del desarrollo de la raza humana, desde sus orígenes a través de diferentes fases...»
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