Aymara
I. BOLIVIA 1. Antecedentes etnohistóricos El área meridional andina ha sido una zona de gran dinámica poblacional y de sucesivas oleadas de dominaciones, sobre todo en el lago Titicaca y sus islas. Siendo un espacio de mediación (taypi), quien dominaba este eje controlaba potencialmente las riquezas y los dioses, a la vez que se situaba en el centro de las dos mitades antagónicas del universo (uma/urku, hombre/mujer, derecha/izquierda, alto/bajo) (Bouysse-Cassagne, 1988). Para las sucesivas sociedades que la dominaron (aymaras, incas), esta área se constituyó, tanto el lago como sus islas, en el más importante espacio genésico. Se ha podido establecer que este espacio del altiplano andino, de mayoritaria presencia de hablantes de aymara durante el s. XVI, constituyó anteriormente una zona ocupada por grupos hablantes del uruquilla y el pukina (Bouysse-Cassagne, 1987, 127). Pero además, el área de expansión de la lengua pukina cubrió, más o menos, el espacio del gran señorío Colla preaymara y dominaba una gran extensión del territorio andino, lo que hace suponer que posiblemente se trató de una lengua vinculada al imperio Tiwanacu (400 a. C.-1100 d. C. aproximadamente). Al parecer, ese gran territorio unido se fragmentó por continuas oleadas migratorias aymaras. En efecto, Teresa Gisbert (1987) sostiene que fue una invasión de grupos hablantes de aymara, provenientes del sur, lo que puso fin a la hegemonía imperial en el Horizonte Medio (imperio Tiwanaku-Huari). Bouysse-Cassagne apoya tal hipótesis: “El gran señorío Colla, al ceder terreno, se fragmentó, originando otros señoríos, más o menos pukinizados o más o menos aymarizados”. En efecto, hacia el s. XVI, esta autora contabilizó doce señoríos: canchis, canas, collas, lupacas, pacajes, carangas, quillacas, caracaras, charcas, soras, chuis, chichas, aunque probablemente eran más, si se incluyen organizaciones políticas autónomas como las de los callawayas, yamparas y wisijsas (T. Saignes, sf). El aymara, en ese siglo, no sólo era la lengua de los grupos dominantes, sino que ya era la lengua dominante. El pukina había sido relegado al sector oriental del lago Titicaca y los valles vecinos, mientras que el uru se hablaba en algunos corregimientos cercanos al lago Poopó. La dominación inca tardía comenzó también a modificar las relaciones interétnicas en esta zona, principalmente con la presencia de grupos de colonizadores (mitmaqkuna). Tal oleada no supuso sin embargo el relegamiento poblacional y lingüístico de los grupos sometidos. De hecho, el imperio Inca recreó el panteón sagrado, apropiándose de muchos de los dioses collas, e incorporó sistemas organizativos de las sociedades vencidas. Así, redefinió el espacio geográfico, tal como ya lo habían hecho los aymaras (urku-uma), incorporando esta parte del imperio dentro de uno de los suyus (el Collasuyu). En términos simbólicos, los grupos pukinas o pukinizados y urus quedaron ubicados en la zona femenina/vencida: uma aymara. El quechua, lengua de los conquistadores incas, para entonces comenzaba también a ser implantado. Se hablaba en quince encomiendas, pero nunca como lengua única, excepto en Chuquiabo (actual La Paz). En general, esta lengua se hallaba difundida en zonas cálidas y mineras y correspondía a grupos mitmaq, trasladados por el Inca. Si bien marginal en el s. XVI, el quechua se fue difundiendo rápidamente hasta llegar a constituir una de las lenguas principales de Bolivia. Este avance constante del quechua desde los valles se ha ido produciendo a costa de la lengua aymara.
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